El éxito de una buena comida está también en el maridaje de vino. ¿Qué botellas deben elegirse con cada plato y en cada circunstancia? Carolina Arroyo, experta en vinos y catas, nos cuenta por qué es todo un arte.
“Una comida mediocre puede pasar inadvertida con un buen vino, pero una buena comida con un mal vino se estropea”, advierte Carolina. Cuando se consigue maridar perfectamente comida y vino, los sabores se resaltan y el comensal vive una experiencia aún más intensa. Además, elegir el vino adecuado puede ayudar a disfrutar del momento: “Si estamos en una comida con amigos necesitamos que el vino sea fresco, pero si estamos en una comida de negocios, precisamos que tenga más estructura”. Estas son las pautas de la experta para lograr en casa un buen maridaje.
Vino Blanco
“Es un falso mito que el vino blanco sea para pescado y el tinto para la carne”, revela. “El blanco del año, tipo Verdejo, que no lleva crianza, marida muy bien con arroces, pasta y carne blanca. También con pescados que no sean grasos”, apunta. En el caso de vinos con crianza en barrica, que da más cuerpo y lo potencia, se usan en comidas más potentes como carnes más magras, aves y pescado azul o ahumados. “Aquí el blanco se comportaría casi como un tinto”, destaca Carolina Arroyo.
Vino Rosado
“El rosado es el eterno olvidado en muchas zonas, aunque ahora está resurgiendo. Aunque el color pueda engañar, tiene buen cuerpo en boca y, si se sirve bien fresquito, es perfecto por ejemplo para un risotto con setas, para conservas, caballa, melva…”, detalla.
Vino Tinto
En el universo del vino tinto hay que elegir la variedad correcta para cada plato. Así, los tintos jóvenes, que no llevan crianza, no se deben maridar con sabores muy fuertes. “Sí acompañan muy bien, por ejemplo, a unos embutidos”, señala la experta. Por su parte, los tintos de media crianza (entre cuatro y seis meses de barrica), deben usarse para platos más contundentes, como guisos de cuchara, “ya que facilitan la digestión y ayudan a salivar bien”. Y los crianzas y reservas (a partir de 12 meses en barrica) se emplearían con comidas muy potentes, “como la caza, el típico chuletón o el bacalao”, destaca. “Si tomásemos un vino más ligero no nos resaltaría nada y no potenciaríamos el sabor de la comida en boca”, apunta Carolina Arroyo. El tinto guarda, además, otro secreto: “El maridaje perfecto para mí es el de un tinto de crianza con chocolate negro con escamas de sal marina y pimienta rosa. Es una explosión de sabor”.
Un brut nature reserva puede tomarse desde el principio de la comida, ya con el aperitivo, y acompañarte hasta que acabes. Mientras que los más frescos y jóvenes se dejarían únicamente para el final de la comida”, resalta la experta de Distribuciones Plata-Granada.
Cavas y vino dulce
Para los postres (sin chocolate), como un queso fresco con membrillo, es ideal un vino dulce con uvas moscatel o un Pedro Ximénez, eso sí, bien fríos. ¿Y qué sucede con el cava? “Todo el mundo tiende a acabar las comidas o los festejos con cava. Pero hay que tener en cuenta que el cava para postre debe ser semidulce.
Un apunte final
“Los vinos son momentos y sensaciones, por eso debe prevalecer siempre el gusto personal. Mi recomendación es que a la hora de elegir vino no nos ciñamos solo a la denominación de origen. Los grandes vinos salen ahora con etiqueta de autor, por lo que hay que atreverse a probar estos que son auténticas joyas en el mercado, y que van a sorprender al consumidor muy gratamente”.
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