Los españoles son unos grandes consumidores de helados. Así, el consumo individual cada año es de más de diez litros. No en vano, España es uno de los tres países que más gasta en este alimento, y se confirma como uno de los productos favoritos, especialmente en épocas de calor.
Un plus de calcio y más
No son un alimento esencial de los que deben configurar la dieta. Pero sí un complemento interesante, especialmente en algunas situaciones.
- Hidratación. Los helados tienen un alto contenido en agua, por lo que pueden ayudar en el objetivo de evitar la deshidratación, especialmente en personas mayores a las que les cuesta beber la cantidad adecuada de líquidos.
- Energía. La cantidad de calorías de este refrigerio depende de su composición. Son más calóricos los que están elaborados con leche o con crema, comparados con los de hielo. En general, su aporte medio calórico es de 300 calorías/100 g, según la Asociación Española de Fabricantes de Helado (AEFH).
- Vitaminas y minerales. Los de leche o de crema suelen contener vitaminas del grupo B y vitamina A. También sodio, potasio, fósforo y magnesio.
- Calcio. El aporte de calcio de los helados de leche es de hasta 148 mg/100 gramos, mientras que el de los helados de crema es de 99 mg/100 g, según la AEFH. Por ello, pueden complementar el menú en casos de déficit de calcio en relación a las cantidades diarias recomendadas.
- Proteínas de calidad. La fuente proteínica básica de este producto procede de la leche con la que se elabora. Por tanto, su aporte en este sentido será mayor si se trata de helados de leche o de crema. Las proteínas de la leche son de elevado valor biológico.
Buenas sensaciones
Además de su perfil nutricional, aportan otros beneficios que tienen que ver con el placer y el gusto. Al tomarlo se libera serotonina, un potente neurotransmisor relacionado con los estados de ánimo y con las sensaciones de bienestar. Así, el hecho de disfrutar de un helado es interpretado por el cerebro como una recompensa y un premio ante un esfuerzo. Sus componentes (azúcar, leche, chocolate…) ya inducen por sí a esa sensación placentera que se refuerza por la experiencia global al comerlo. El sabor dulce hace que la degustación del producto sea muy satisfactoria para la mayoría de los comensales. Las sensaciones, además, son realmente variadas, por sus distintos aromas, el frío en la cavidad oral, las diferentes texturas… Todo ello refuerza la experiencia placentera del helado.