Unos huesos fuertes y sanos son sinónimo de una vejez saludable y activa, pero, para llegar a ese punto, debemos comenzar a cuidarnos desde la niñez. La alimentación, en este caso, es fundamental.
El calcio es el mineral más abundante en el cuerpo humano. Además, cumple un papel esencial, ya que es el encargado de que nuestros huesos estén fuertes, entre otras muchas funciones. Al cumplir años, los niveles de calcio en nuestro organismo se van reduciendo, lo que afecta directamente en la densidad ósea. Así, a una menor densidad, nuestros huesos son más frágiles y, por lo tanto, es más sencillo sufrir una fractura
Es sobre los 30 años cuando se considera que nuestra masa ósea alcanza su punto máximo y, por consiguiente, empieza a ralentizarse el proceso, es decir, empezamos a perder densidad de forma más rápida de la que la generamos. Nuestros huesos no solo son más débiles, también se recuperan de una forma más lenta. Por ejemplo, un niño se rompe un brazo y se recupera en cuestión de días, mientras que una rotura a una edad avanzada puede suponer una pérdida de calidad de vida permanente.
La osteoporosis
Cuando la densidad de nuestros huesos desciende a niveles muy bajos, se sufre osteoporosis, la enfermedad más común de los huesos. De hecho, solo en nuestro país, la sufren más de tres millones de personas. Uno de los problemas de la osteoporosis es que no presenta síntomas o estos son muy vagos y, por lo tanto, el diagnóstico se puede retrasar hasta que es demasiado tarde, por norma general, cuando se produce una rotura. Por este motivo, la densitometría, prueba diagnóstica que mide la calidad de nuestros huesos, entra ya dentro del protocolo habitual en las revisiones de mujeres mayores de 65.
¡Una gran inversión!
Aunque la osteoporosis suene a un problema de personas mayores, lo cierto es que es en la juventud cuando debemos empezar a preocuparnos de la salud de nuestros huesos. La cantidad necesaria de calcio varía con la edad, siendo la niñez y la adolescencia las etapas que más calcio requieren, ya que están en pleno desarrollo. Una deficiencia en estas etapas puede ser nefasta para un correcto crecimiento o formación de los huesos. Llegados a la edad adulta, la cantidad recomendada es de unos 1.000 mg diarios, lo que se puede traducir en tres vasos de leche diarios.
Revisa la dieta
Aunque estamos acostumbrados a asociar calcio con leche, lo cierto es que esta no es la única solución para elevar los niveles de este mineral en nuestro cuerpo. Bien es cierto que es el más eficaz, no es el único. Los frutos secos, el pescado y algunas verduras también son una excelente fuente de calcio.
El papel de la vitamina D
Por lo general, asociamos salud ósea con calcio, pero este no es el único nutriente esencial para nuestros huesos. La vitamina D es casi igual de importante, en parte, porque gracias a ella, nuestro organismo es capaz de asimilar el calcio que consumimos.
También es importante señalar que una gran parte de vitamina D que recibe nuestro cuerpo procede directamente del sol. Al exponernos a la luz solar, nuestra piel estimula la síntesis de esta vitamina, llegando a ser necesarios tan solo diez minutos (sin protección solar) en verano para cumplir con los requisitos marcados.
¡Muévete!
Además de revisar tu dieta y cuidar los alimentos que consumes a diario, hay otro factor muy importante que juega en contra de tus huesos: el sedentarismo. La falta de actividad, junto a una mala alimentación, son la combinación ideal para acelerar la descalcificación de los huesos por la pérdida de masa muscular que se produce al no movernos. Y es que el músculo ayuda a fijar el calcio a la estructura ósea, por lo que es importante realizar un mínimo de actividad física marcado por la edad.
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