Las popularmente conocidas como defensas son las que nos protegen frente a virus, bacterias y otros patógenos que provocan enfermedades. Forman parte del sistema inmune. Podemos ayudarlas con un estilo de vida saludable, donde el ejercicio, la alimentación y el control del estrés tienen mucho que decir.
Es vital para nuestra supervivencia. Sin él, estaríamos en manos de sucesivos agentes que nos harían enfermar de forma continua. Se va perfeccionando desde que nacemos, pero también con nuestra contribución podemos hacer que funcione de forma más eficaz. Estas son las claves.
Sistema innato y adaptativo
El sistema inmune sigue modelándose a lo largo de toda la vida del ser humano, aunque su desarrollo más importante sucede durante la infancia. Para vencer a los gérmenes, cuenta con dos modalidades de funcionamiento. Una es el sistema inmune innato, que tenemos desde el nacimiento, y que se activa de forma automática en el caso de que haya que controlar una infección. Y la otra es el sistema inmune adaptativo, que aparece durante la evolución de esa infección. Los linfocitos (glóbulos blancos que se fabrican en la médula ósea) son los que la combatirían. Al entrar en contacto con el germen los linfocitos se convierten en células de memoria que definirán la capacidad de responder frente a nuevos contactos del mismo germen de una manera muy rápida. “En ese entrenamiento previo del sistema inmune adaptativo reside tanto el efecto beneficioso de las vacunaciones como el perjudicial de las alergias o de las enfermedades autoinmunes, en las que el sistema ataca al propio organismo a partir de una decisión inicial errónea”, explica el doctor Daniel E. Pleguezuelo, especialista en Inmunología del Hospital Universitario 12 de Octubre de Madrid, y miembro de Doctoralia (www.doctoralia.es), la plataforma que une a profesionales sanitarios con pacientes.
El nivel de defensas
Aunque coloquialmente todos hablamos de subidas y bajadas de defensas, su capacidad para hacer frente a microorganismos invasores no se puede ceñir a un número. Tal como explica el doctor Pleguezuelo, “la inmunidad de las personas depende de un complejo entramado de células y proteínas en las que todos los elementos que la integran deben trabajar de forma coordinada para obtener ese adecuado nivel de defensas”. Hay que tener en cuenta que la cantidad de las defensas no tiene por qué tener una relación directa con su buen funcionamiento. “No es tan importante la cantidad como la adecuación y la capacidad de respuesta de todo este sistema en la lucha frente a los gérmenes invasores. Gran parte de las diferencias en la respuesta inmune entre personas se debe a las decisiones pasadas que tomó el sistema inmune, de manera que la historia de batallas previas esculpe el comportamiento de nuestras defensas en el futuro”, aclara el especialista.
El papel del estrés
¿Quién no ha pasado por una época de mayor nerviosismo que le ha acabado pasando factura con alguna alteración orgánica? Puede ser un problema de estómago, llagas en la boca, ronchas en la piel o cualquier otra manifestación más o menos grave. Entonces, ¿puede el estrés acabar debilitándolo y provocar enfermedades?
La respuesta es afirmativa y la causa está en los corticoides y las catecolaminas, unas hormonas que el organismo produce en situaciones de estrés. La explicación nos lleva a la evolución humana. Frente a las señales de alarma o peligro, el hombre activa sus defensas para intentar evitar la proliferación de patógenos. Cuando las señales que recibe son de estrés, su actividad cambia. Todo tu sistema inmune fuerte funciona por un complejo equilibrio donde interviene el cerebro, la corteza suprarrenal y el mismo sistema, que puede romperse cuando hay cambios bruscos como los motivados por el estrés. Por tanto, para protegernos bien es necesario seguir un estilo de vida calmado donde no haya un nivel de estrés considerable que nos haga enfermar.
Hábitos tóxicos
Las sustancias nocivas, como el alcohol y el tabaco lo perjudican seriamente. “Sabemos que el alcoholismo puede polarizar la respuesta inmune predisponiendo la producción de mediadores (citoquinas) inflamatorios que pueden no ayudar a una eliminación correcta de los gérmenes”, alerta el doctor Pleguezuelo. “El exceso de alcohol altera la actividad de las células ciliares de la mucosa respiratoria, encargadas de la eliminación de gérmenes y tóxicos, produciendo todo ello un incremento de la frecuencia y severidad de infecciones como las neumonías”, destaca.
El asunto es importante, ya que muchas de esas alteraciones que provoca el abuso de sustancias como el alcohol y el tabaco sobre el organismo son, en bastantes ocasiones, irreversibles.
Alimentación saludable
“Su funcionamiento está regulado en último término por la disponibilidad de nutrientes y metabolitos, siendo necesario un mayor consumo de recursos durante los procesos de activación del sistema inmune”, subraya el especialista. ¿Significa esto que hay barra libre para comer? En absoluto. “En situaciones de calma sabemos que la obesidad y el sedentarismo constituyen factores de riesgo para enfermedades cardiovasculares. La grasa no es únicamente un problema estético, constituye tejidos activos desde el punto de vista metabólico, hormonal e inmunitario, promoviendo la actividad inflamatoria en partes del organismo como en la pared de los vasos sanguíneos y dificultando la circulación”, indica el miembro de Doctoralia.
¿Cuál es entonces la recomendación a seguir para ayudarlo?
“La dieta mediterránea, compuesta por la ingesta de aceite de oliva, frutas y pescado y reducida en carnes rojas y productos procesados, es una dieta ideal para evitar el estado proinflamatorio si la comparamos con la alimentación basada en otras dietas”, apunta el inmunólogo.
Ejercicio, sueño y vacunas
Además de seguir una dieta saludable, evitar los hábitos tóxicos y mantener a raya el estrés, hay tres pautas más muy importantes. Una de ellas es el ejercicio físico. Evitar el sedentarismo es casi un seguro frente a enfermedades prevenibles. El ejercicio físico ha de adaptarse a las condiciones personales de cada uno para evitar lesiones u otros problemas. Por otro lado, están las vacunas, que entrenan a nuestro organismo para cuando deba enfrentarse a patógenos que nos pueden hacer enfermar. En este sentido, el especialista recomienda hacer uso de todas las inmunizaciones disponibles. Además, hay que hablar de la importancia de un descanso reparador. “La falta de descanso nocturno se ha relacionado con obesidad, diabetes y enfermedades cardiovasculares. Está también relacionado con la respuesta inmune cuando analizamos los componentes de la inmunidad por separado, relacionando la falta de sueño con un aumento en la susceptibilidad a infecciones y una alteración de la respuesta a vacunas”, alerta el experto.
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